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¿Una generación traicionada o la última esperanza? | Opinión de Leonardo Lozano

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • 24 mar
  • 2 Min. de lectura

Hablar de democracia en México es hablar de una lucha constante. Es recordar a quienes, con valentía, soñaron con un país más justo, con instituciones sólidas y con una ciudadanía activa. Pero hoy, la democracia parece haberse convertido en una palabra vacía para muchos jóvenes. Nos encontramos con un sistema desgastado, con líderes que han olvidado los valores que una vez defendieron y con partidos que parecen más preocupados por mantener el poder que por representar realmente a la sociedad.


Nuestra generación ha crecido con el desencanto político a cuestas. Hemos visto cómo las promesas se desvanecen tras las elecciones, cómo los discursos de cambio terminan siendo más de lo mismo y cómo quienes deberían representar nuestros ideales han cedido ante la comodidad de lo establecido. ¿Dónde quedó el espíritu de lucha? ¿Dónde están aquellos que hablaban de principios, valores y de servir a la gente con convicción?


Pero no podemos permitirnos caer en la indiferencia. Nuestro país necesita de su juventud más que nunca. Necesita de jóvenes que entiendan que la democracia no es solo votar cada que existen elecciones, sino un ejercicio diario de exigencia y participación. Necesita de voces que no se conformen con lo que hay, que cuestionen y que estén dispuestas a recuperar los valores que alguna vez fueron el estandarte de quienes creyeron en la libertad, en la familia como pilar de la sociedad y en el bien común por encima de los intereses personales.


La reconstrucción de la política mexicana pasa, necesariamente, por nosotros. No podemos esperar que el cambio venga sólo de una silla; debe surgir desde nuestras convicciones, desde una nueva forma de hacer política, donde la congruencia no sea una excepción, sino la norma.


Es hora de que los jóvenes volvamos a apropiarnos de los espacios que nos pertenecen. De que recordemos que la democracia se construye con ideas, con participación activa y con un compromiso inquebrantable con los principios que realmente pueden transformar a nuestra nación.


México sigue siendo tierra de oportunidades, pero solo si estamos dispuestos a luchar por ellas. No podemos darnos el lujo de rendirnos.


Porque si la democracia está en peligro, es nuestro deber accionar y rescatarla.


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