top of page
400 x 125.jpg
500x200 (1).png

Tras la muerte del Papa Francisco, ¿qué viene para el Vaticano?

  • Foto del escritor: La Redacción
    La Redacción
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura

Tras la muerte del papa Francisco, la Santa Sede entra en una etapa de luto marcada por la urgencia. La mirada ya se dirige al futuro de la Iglesia Católica, mientras se inicia el proceso para elegir al próximo pontífice en un contexto global complejo y una comunidad eclesial profundamente dividida. La primera congregación general de cardenales electores, que son quienes definirán al nuevo papa, se llevará a cabo este martes con la participación de los purpurados que ya se encuentran en Roma.


Este cónclave, que se celebrará en la Capilla Sixtina, será el más numeroso y diverso en la historia moderna de la Iglesia: 135 cardenales con derecho a voto, provenientes de 71 países. En comparación, los cónclaves de 2005 y 2013 reunieron a 115 electores de 52 y 48 países respectivamente. El nuevo panorama plantea una complejidad adicional: muchos de los cardenales no se conocen entre sí y algunos no dominan el italiano, lengua de uso común en el Vaticano.


El cardenalato se encuentra hoy dividido entre dos corrientes. Por un lado, el bloque reformista que apoya el legado del papa Francisco, centrado en la sinodalidad, la inclusión social y una Iglesia cercana a los márgenes. Por otro lado, un sector conservador que ha cuestionado sus decisiones y aspira a una restauración doctrinal. En este clima de tensión se teme la aparición de campañas de desinformación, impulsadas en redes sociales para desprestigiar a ciertos candidatos.


Las maniobras de los llamados «grandes electores» ya han comenzado. Estas figuras no suelen aspirar al papado, pero agrupan apoyos y orientan votos. Del lado conservador se perfilan el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, y el alemán Gerhard Ludwig Müller. En el bando progresista, se mencionan a Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, y al jesuita canadiense Michael Czerny.


El umbral para elegir al nuevo papa es de 90 votos, dos tercios del total. Esta exigencia obliga a construir consensos más allá de las afinidades ideológicas. A diferencia de los cónclaves de 2005 y 2013 —que duraron menos de 24 horas— se anticipa un proceso más largo y abierto a sorpresas. La elección de Francisco en 2013 rompió con siglos de tradición al designar por primera vez a un papa latinoamericano y jesuita. En ese mismo espíritu, su legado puede inclinar la balanza hacia un perfil igualmente inesperado.


Italia, a pesar de la creciente internacionalización, sigue figurando en las quinielas. El secretario de Estado, Pietro Parolin, es uno de los nombres señalados, aunque su falta de experiencia pastoral y ciertas enemistades internas restan posibilidades. También se menciona al arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, cercano a Francisco y miembro de la Comunidad de Sant’Egidio; y a Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén.


Fuera de Europa, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, vuelve a sonar como opción, aunque su gestión de Cáritas Internacional ha sido cuestionada. En Asia, también figuran Charles Bo, arzobispo de Yangón, y Malcolm Ranjith, arzobispo de Colombo. En África, destacan Robert Sarah, del ala conservadora, y Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinsasa, quien ha ganado visibilidad por su oposición a ciertas reformas recientes.


En América, el cardenal Robert Francis Prevost, estadounidense de origen y trayectoria en Perú, ha sido mencionado como posible puente entre el norte y el sur del continente. La elección de un papa americano por segunda vez sería vista como una señal hacia los desafíos ideológicos que enfrenta la Iglesia en la región.


En Europa, nombres como Anders Arborelius (Suecia), Peter Erdo (Hungría), Jean-Marc Aveline (Francia), Willem Eijk (Países Bajos), José Tolentino de Mendonça (Portugal) y Mario Grech (Malta), integran también las listas de papables. Cada uno representa diferentes sensibilidades teológicas y pastorales, y todos tienen posibilidades si se busca una figura de consenso.


Francisco nombró al 79% de los cardenales electores. Su intención de diversificar el colegio cardenalicio y alejarse del tradicional eurocentrismo puede influir significativamente en la elección. El próximo papa deberá enfrentar desafíos globales como la secularización, los conflictos bélicos, la desigualdad social y la crisis de abusos sexuales, así como continuar —o no— con las reformas estructurales impulsadas por su predecesor.


El mundo observa con atención los movimientos en Roma, consciente de que el próximo pontífice no solo dirigirá a más de 1.300 millones de católicos, sino que será también una figura clave en el escenario internacional. La elección que se aproxima promete no solo ser una de las más inciertas, sino también una de las más trascendentales para el futuro de la Iglesia.


Kommentare


bottom of page